Jesucristo Puente.
Imagina el pecado de Adán como un río impetuoso que separó el cielo de la tierra. En la parte de acá desde entonces todo son males y desgracias. Dios ha sido tan bueno que para salvarnos ha tendido un puente por encima de esa impetuosa corriente. Ese puente es la gran oportunidad que se nos da para salvarnos pero debemos pasar por él, porque si no, permanecemos en nuestro pecado.
No es un puente horizontal, sino que sube en escalones, como el de Mostar, para entrar ya en directo por la otra parte. El puente es Cristo crucificado. Los que quieren subir por el puente se encuentran en el primer escalón con los pies de Cristo. En este peldaño se vive bajo la ley, se tienen buenos deseos pero no es suficiente para librarse del pecado. Hay que ejercitarse en la penitencia y en el dominio de sí. Conviene también meditar mucho en este estado para darse cuenta de la gravedad del pecado. Con ello se da un paso importante hacia la salvación.
El segundo peldaño es el corazón. Aquí ya se entra en el amor. El alma se llena de amor porque se siente amada. Lo que pasa es que las pruebas y tribulaciones son todavía capaces de enfriar este amor. Le dice el Padre: los que están en este peldaño aflojan a veces en mi servicio cuando para sacarlos de la imperfección y ejercitarlos en la virtud retiro mis consuelos y permito en ellos combates y trabajos. Obro así para que vengan a un conocimiento perfecto de sí mismos y reconozcan que sin mi ni son ni pueden hacer nada.
El tercer grado o escalón que corresponde a la intimidad de la boca es el del amor desinteresado de los hijos y amigos verdaderos. Estos ya son capaces de acoger los grandes secretos. La intimidad será muy grande. El alma aquí, aun cuando siente que yo me retiro de ella no retrocede. Persevera con humildad en la práctica de las virtudes y permanece encerrada en la casa del conocimiento de sí misma. Y allí, llena de fe viva, espera la venida del Espíritu Santo que es fuego de caridad.
Este tercer grado culmina con el amor al prójimo. Yo os pido que me améis con el mismo amor con que yo os amo. Como esto es imposible porque yo os amé sin ser amado yo os ofrezco para que compenséis mi amor a vuestros prójimos para que amándolos a ellos deis lo que no me podéis dar a mí.
Quien no pasa por este puente tiene debajo de él, el río. El agua pasa y desaparece y viene otra nueva con lo que todo se torna inestable. Nadie puede andar o permanecer en ella sin ahogarse. Es muy difícil comprender la mentalidad del que voluntariamente se ahoga en el río. Para Catalina la alternativa justos o inicuos, salvados o réprobos continúa en mil modulaciones. Reprocharé al mundano sus injusticias con los demás pero, sobre todo, consigo mismo al haber creído que su miseria es más grande que mi misericordia. Este es el pecado que no se perdona ni aquí ni allá, pues por menosprecio no ha deseado mi misericordia. Este pecado es más grave para mí que todos los demás que cometió (Diálogo, 118, cap. 37).
Doctrina del Puente en Santa Catalina de Siena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.