Texto Bíblico
25 En esto se levantó un maestro de la ley y le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?». 26 Él le dijo: «¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?». 27 Él respondió: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu fuerza y con toda tu mente. Y a tu prójimo como a ti mismo». 28 Él le dijo: «Has respondido correctamente. Haz esto y tendrás la vida». 29 Pero el maestro de la ley, queriendo justificarse, dijo a Jesús: «¿Y quién es mi prójimo?». 30 Respondió Jesús diciendo: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. 31 Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. 32 Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo. 33 Pero un samaritano que iba de viaje llegó adonde estaba él y, al verlo, se compadeció, 34 y acercándose, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. 35 Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y le dijo: “Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré cuando vuelva”. 36 ¿Cuál de estos tres te parece que ha sido prójimo del que cayó en manos de los bandidos?». 37 Él dijo: «El que practicó la misericordia con él». Jesús le dijo: «Anda y haz tú lo mismo».
Sagrada Biblia, Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española (2012)
Homilías, comentarios, meditaciones desde la Tradición de la Iglesia
San Agustín, obispo y doctor de la Iglesia
Homilía: Un Dios cercano.
Homilía 171, sobre la carta a los Filipenses (Liturgia de las Horas, 26 de mayo).
«¿Cuál te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones?» (cf. Lc 10,36).
El que está en todas partes, ¿en dónde no está? (…) “El Señor está cerca; nada os preocupe.” (Flp 4,5-6) Gran cosa es ésta: el mismo que asciende sobre todos los cielos está cercano a quienes se encuentran en la tierra. ¿Quién es éste, lejano y próximo, sino aquel que por su benignidad se ha hecho próximo a nosotros?
Aquel hombre que cayó en manos de unos bandidos, que fue abandonado medio muerto, que fue desatendido por el sacerdote y el levita y que fue recogido, curado y atendido por un samaritano que iba de paso, representa a todo el género humano. Así, pues, como el Justo e Inmortal estuviese lejos de nosotros, los pecadores y mortales, bajó hasta nosotros para hacerse cercano quien estaba lejos.
“No nos trata como merecen nuestros pecados.” (Sal 102,10) pues somos hijos. ¿Cómo lo probamos? El Hijo unigénito murió por nosotros para no ser el único hijo. No quiso ser único quien, único, murió por todos. El Hijo único de Dios ha hecho muchos hijos de Dios. Compró a sus hermanos con su sangre, quiso ser reprobado para acoger a los réprobos, vendido para redimirnos, deshonrado para honrarnos, muerto para vivificarnos. (… ) Alegraos de tal forma que sea cual sea la situación en la que os encontréis (Cf. Flp 4,4), tengáis presente que “el Señor está cerca; nada os preocupe.”
Orígenes, presbítero
Homilía: Imitemos a Cristo con hechos.
Homilías sobre el evangelio de Lucas 34, 3.7-9 : GCS 9, 201-202.204-205.
«Cristo, el buen Samaritano» (Lc 10,29-37).
Según un antiguo que quiso interpretar la parábola del buen Samaritano, el hombre que descendía de Jerusalén a Jericó representa a Adán, Jerusalén el paraíso, Jericó el mundo, los ladrones las fuerzas hostiles, el sacerdote la Ley, el levita los profetas, el Samaritano Cristo. Por otro lado, las heridas simbolizan la desobediencia, la montura el propio cuerpo del Señor….Y la promesa de volver, hecha por el samaritano, figura, según este interprete, la segunda venida del Señor…
Este Samaritano “lleva nuestros pecados” (Mt 8,17) y sufre por nosotros. El lleva al moribundo y lo conduce a un albergue, es decir dentro de la Iglesia. . Ella está abierta a todos, no niega sus auxilios a ninguna persona de todos y todos están invitados por Jesús. “Venid a mí todos los que estáis fatigados y cansados, y yo os aliviaré” (Mt 11,28) Después que hubo curado sus heridas, el Samaritano no se marchó enseguida, se quedó toda la jornada en el hostal cerca del moribundo. El curo sus heridas no solamente en el día , también por la noche, lo rodeo de toda su diligente solicitud….Verdaderamente este guardián de las almas se muestra más cercano de los hombres que la Ley y los Profetas “ haciendo prueba de bondad” lo contrario de “que cayo en manos de los bandidos”” el se muestra su “prójimo” tanto en palabras y en hechos.
Así nos lo hace posible, escuchando esta palabra” “Sed imitadores míos como yo lo soy de Cristo” (1Co 11,1), de imitar a Cristo y de tener piedad de aquellos que “caen en las manos de los bandidos”, nos acercamos a ellos, derramamos el vino y el aceite sobre sus heridas y se las vendamos, después los cargamos sobre nuestra propia montura y llevaremos su carga. También, nos exhorta, el Hijo de Dios dirigiéndose a todos nosotros, mas que a los doctores de la Ley: “Ve, y procede tú de la misma manera”.
Comentario: Cristo no pasó de largo ante nosotros.
Comentario al Cantar de los Cantares, prólogo 2, 26-31.
«Anda, haz tú lo mismo» (Lc 10,37).
Está escrito: «Amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios» (1Jn 4-7) y poco después «Dios es amor» (v.8). Aquí se nos enseña que al mismo tiempo que Dios mismo es amor, el que es de Dios es amor. Ahora bien ¿quién es de Dios sino el que dice: «Salí del Padre y he venido al mundo»? (Jn 16,28). Si Dios Padre es amor, el Hijo es también amor…; el Padre y el Hijo son uno y no difieren en nada. Por eso es con todo derecho que Cristo, por la misma razón que es Sabiduría, Poder, Justicia, Verbo, y Verdad es llamado también Amor…
Y porque Dios es amor y el que es Hijo de Dios es amor, esta verdad exige que en nosotros haya algo que nos haga semejantes a él, de manera que, por este amor, esta caridad que está en Cristo Jesús…, estemos unidos a él por una especie de parentesco gracias, a ese nombre. Como dice san Pablo, que estaba unido a él: «¿Quién nos separará del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro?» (Rm 8,39).
Ahora bien, este amor de caridad nos hace valorar el hecho que todo hombre es nuestro prójimo. Es por esta razón que el Salvador corrigió a un hombre que creía que el justo no tiene que observar, para con todos, las leyes que tratan de la condición de prójimo … Y compuso la parábola que dice: «Un hombre cayó en manos de bandidos cuando bajaba de Jerusalén a Jericó». Censura al sacerdote y al levita que, viéndole medio muerto, pasaron de largo, pero ensalza al Samaritano que practicó la misericordia con el herido. Y a través de la respuesta que dio el mismo que hizo la pregunta, confirma que el samaritano fue el prójimo del herido, y le dice: «Ves y haz tú lo mismo». En efecto, por naturaleza todos somos prójimos los unos de los otros, pero por las obras de caridad, el que puede hacer el bien se hace el prójimo del que no puede. Por eso nuestro Salvador se hace nuestro prójimo y no pasa de largo delante de nosotros cuando yacemos «medio muertos» como consecuencia de las «heridas infligidas por los bandidos».
San Gregorio de Nisa, monje y obispo
Homilía: Cristo tomó nuestro cuerpo.
Homilía 15 sobre el Cantar de los Cantares : PG 44, 1085-1087.
«El buen Samaritano» (Lc 10,29-37).
“Así es mi amado, mi amigo, muchachas de Jerusalén.” (Cant 5,16) La Esposa del Cantar señala a aquel que busca cuando dice: “Éste es el que yo busco, aquel que para hacerse hermano nuestro subió de Judá. Se hizo amigo de aquel que cayó en manos de los bandoleros, curó sus heridas con aceite y vino y las vendó. Luego lo montó en su cabalgadura, lo llevó al mesón y cuidó de él. Dio dos denarios al mesonero, prometió pagar a su vuelta lo que hiciera falta». Todos estos detalles tienen su significado.
El doctor de la Ley tentó al Señor queriendo estar por encima de los demás. En su orgullo hace caso omiso de toda igualdad con los demás, diciendo: “¿Quién es mi prójimo?” El Verbo le expone luego en forma de narración toda la historia santa de la misericordia: cuenta como baja el hombre a Jericó, la emboscada de los bandoleros, el despojo del vestido de la incorruptibilidad, las heridas del pecado, la amenaza de la muerte para la mitad de nuestra naturaleza (pues nuestra alma sigue inmortal), el paso inútil por la Ley (pues ni el sacerdote ni el levita se cuidaron de las heridas de aquel que había caído en manos de los bandoleros).
Era realmente imposible que la sangre de toros y de machos cabríos expiase el pecado (Hb 9,13). Sólo lo podía hacer aquel que se ha revestido de toda la naturaleza humana —de los judíos, los samaritanos, los griegos—, en una palabra, de toda la humanidad. Con su cuerpo, que es la montura, se fue al lugar de la miseria humana. Ha curado las heridas de la humanidad, se la ha cargado sobre su montura e hizo de su misericordia un hostal para ella, para que todos aquellos que gimen bajo el peso de infortunios encuentren descanso (cf Mt 11,28).
San Efrén, diácono y doctor de la Iglesia
Comentario: Mandamiento que libra de la muerte.
Comentario al Diatésaron, cap.16, 9/23 : SC 121.
«Cristo viene en ayuda de la humanidad herida» (cf. Lc 10,29-37).
«¿Cuál es el grande y primer mandamiento de la Ley?» Jesús le responde: «Amarás al Señor tu Dios, y a tu próximo como ti mismo» (Mt 22,36-39). El amor de Dios nos libera de la muerte, y el amor del hombre del pecado, ya que nadie peca contra el que ama. Pero ¿qué corazón puede poseer en plenitud el amor a su prójimo? ¿Qué alma puede hacer fructificar en ella, con respeto a todo el mundo, el amor sembrado en ella por este precepto: «Ama a tu próximo como ti mismo»? Nosotros somos incapaces por sí solos, somos los instrumentos de esta voluntad rápida y rica de Dios: es suficiente el fruto de la caridad sembrado por Dios mismo.
Dios puede, debido a su naturaleza, realizar todo lo que Él quiere; ahora bien, quiere dar la vida a los hombres. Los ángeles, los reyes y profetas… pasaron, pero los hombres no han sido salvados, hasta que desciende de los cielos el que nos tiene cogidos de la mano y nos resucita.
San Ambrosio, obispo y doctor de la Iglesia
Comentario: Aceptando sufrir con nosotros se hizo nuestro prójimo.
Comentario al evangelio de Lucas, 7, 74s.
«Un Samaritano… llegó donde estaba él, y al verlo sintió compasión» (Lc 10,33).
Un hombre baja de Jerusalén a Jericó.. En efecto, Jericó es figura de este mundo, a la cual descendió Adán arrojado del paraíso, es decir, de aquella Jerusalén celeste, por su prevaricadora caída, pasando de la vida a la muerte; destierro este de su naturaleza que le ocasionó un cambio, no ciertamente de lugar, pero sí de costumbres. Y así quedó un Adán bien distinto de aquel primero que gozaba de una felicidad sin ocaso, pero que tan pronto como se lanzó a los pecados de este mundo, cayó en manos de los ladrones, a los que no habría venido a parar si no se hubiese apartado del mandato divino. ¿Quiénes son estos ladrones sino los ángeles de la noche y de las tinieblas, que se transforma a veces en ángeles de luz (2 Cor. 11,14), aunque es un hecho que no puedan permanecer mucho tiempo en ese estado? Estos primero se despojan del vestido de la gracia espiritual que recibimos, y así es como de ordinario logran sus primeros impactos; pero, si guardamos intactos los vestidos recibidos, no sentiremos los golpes de los ladrones. Ten, pues, cuidado para no ser despojado, como lo fue Adán, de la protección del precepto celestial y privado del vestido de la fe, ya que a eso se debió que él fuera herido moralmente, herida mortal que se habría contagiado a todo el género humano si aquel Buen Samaritano, bajando del cielo, no hubiese curado esas peligrosas llagas.
Y no es un samaritano cualquiera este que no despreció a aquel que había sido preterido por el sacerdote y el levita. No desprecies a aquel que lleva el nombre de una secta vocablo cuyo significado te va a admirar; en efecto, el vocablo “samaritano” significa guardián Demos ahora una interpretación a todo esto. En verdad, ¿quién es un custodio verdadero, sino aquel de quien se ha escrito: el Señor guarda a los pequeños? (Ps. 114,6) Pues el mismo modo que hay un judío también se da una manera de ser samaritano que se ve y otra que yace oculta. Mientras bajaba, pues, este samaritano- ¿quién es este que bajó del cielo, sino el que sube al cielo, el Hijo de Dios que está en el cielo? (Io 3,13), habiendo visto a un hombre medio muerto, al que nadie había querido curar, se llegó a él, es decir, compadecido de nuestra miseria, se hizo íntimo y prójimo nuestro para ejercitar su misericordia con nosotros.
Y vendó sus heridas untándolas con aceite y vino. Este médico tiene infinidad de remedios, mediante los cuales lleva a cabo, de ordinario, sus curaciones. Medicamento es su palabra; ésta, unas veces, venda las heridas; otras sirven de aceite, y otras actúa como vino; venda las heridas; Otra sirve de aceite; y otras actúa como vino; venda las heridas cuando expresa un mandato de una dificultad más que regular; suaviza perdonando los pecados, y actúa como el vino anunciado el juicio.
Y lo puso-continúa el texto- sobre su cabalgadura. Observa cómo realiza esto contigo: Él tomó sobre s í nuestros pecados y cargó con nuestros dolores (Is 53, 4) Otra confirmación es la del Buen Pastor, que puso sobre sus hombros a la oveja cansada (Lc 15,5). En efecto, el hombre se ha convertido en un ser semejante a un jumento. (Ps 48, 13), pero Él nos ha colocado sobre su cabalgadura para que no fuésemos como el caballo y el mulo (Ps. 31,9) y ha tomado nuestro mismo cuerpo para suprimir las debilidades de nuestra carne.
Y, al fin, a nosotros, que éramos como jumentos, nos conduce a una posada. Una posada, como se sabe, no es más que un lugar donde suelen descansar los que se encuentran desfallecidos por un largo camino. Y por eso, el Señor, que es el que levanta del polvo al pobre, y alza del estiércol al desvalido (Ps 112,7), nos ha llevado a un mesón.
Y se preocupa con cuidado de él para que ese enfermo pueda observar los mandatos que había recibido. Pero ese enfermo pueda observar los mandatos que había recibido. Pero este samaritano no tenía tiempo de hacer una permanencia larga en la tierra; debía volver al lugar de donde había bajado.
Y al día siguiente- pero, ¿cuál es este otro día, sino el domingo de resurrección del Señor, del que fue dicho; Este es el día que hizo el Señor? (Ps 117, 24)- tomó dos denarios y se los dio al mesonero, diciéndole: cuídale.
¿Qué significan estos dos denarios sino los dos testamentos que llevan impresa la efigie del eterno Rey y con los que nuestras heridas obtienen su curación? Porque hemos sido redimidos a precio de sangre (1 Pe. 1, 19) para no ser víctimas de las heridas de la última muerte.
El mesonero recibió dos denarios… ¿Quiénes son estos hosteleros? Son esos hombres a los que se ha dicho: Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura, y el que creyere y se bautizare será salvo. (Mc 15, 16) salvo verdaderamente de la muerte y salvo de las heridas que le pudieran infligir los ladrones.
¡Bienaventurado ese mesonero que puede curar las heridas del prójimo!, Y ¡Bienaventurado aquel a quien dice Jesús: Lo que gastes de más te lo daré a mi vuelta! El buen dispensador da siempre en demasía. Buen dispensador fue Pablo, cuyos sermones y epístolas son como algo que rebosa a lo que había recibido, cumpliendo el mandato explícito del Señor de trabajar sin descanso corporal ni espiritual, a fin de obtener, por medio de la predicación de su palabra, el perseverar a muchos de la grave flaqueza de espíritu. He aquí el dueño del mesón en el que el asno conoció el pesebre de su amo (Is 1,3) y en el cual hay un lugar seguro para los rebaños de ovejas, con el fin de que, a esos lobos rapaces que braman alrededor de los apriscos, no les resulte fácil llevar a cabo sus ataques a las ovejas.
Pero Él además, promete una recompensa. Y ¿cuándo vas a venir, Señor, a darla sino en el día del juicio? Porque, aunque Tú estés siempre y en todo lugar y vivas entre nosotros, si bien no te vemos, con todo, llegará un momento en el que todo hombre te verá volver. Paga, pues lo que debes. ¡Bienaventurados aquellos hombres a los que debe Dios! ¡Ojalá que nosotros pudiésemos ser deudores dignos para poder pagar todo lo que hemos recibido, sin que nos ensoberbezca el don del sacerdocio o del ministerio! ¿Cómo pagas Tú, Señor Jesús? Prometiste que a los buenos les darías un premio abundante en el cielo, y lo cumples cando dices: Muy bien, siervo bueno y fiel, porque has sido fiel en lo poco, te constituiré sobre lo mucho, entra en gozo de tu Señor (Mt 25, 21).
Por tanto, puesto que nadie es tan verdaderamente nuestro prójimo como el que ha curado nuestras heridas, amémosle, viendo en él a nuestro Señor, y querámosle como a nuestro prójimo; pues nada hay tan próximo a los miembros como la cabeza.
San Severo de Antioquia, obispo
Homilía: Cristo se hace samaritano y nos visita.
Homilía 89.
«Cristo cura la humanidad herida» (cf. Lc 10,29-37).
Al fin pasó un samaritano… Cristo se da adrede el nombre de samaritano…, él, de quien se había dicho, para ultrajarle: “Eres un samaritano y estás poseído de un demonio” (Jn 8,48)… El samaritano viajero, que era Cristo –porque verdaderamente viajaba – vio a la humanidad que yacía en tierra. Y no hizo caso omiso, porque el fin de su viaje era “visitarnos” (Lc 1,68.78) a nosotros por quienes bajó a la tierra y se alojó en ella. Porque no solamente “apareció, sino que conversó con los hombres” en verdad (Ba 3,38)…
Sobre nuestras llagas derramó vino, el vino de la Palabra, y como la gravedad de las heridas no soportaba toda su fuerza, lo mezcló con el aceite de su dulzura y su “amor por los hombres” (Tt 3,4)… Seguidamente condujo al hombre al hostal. Da a la Iglesia este nombre de hostal, por llegar a ser el lugar donde habitan y se refugian todos los pueblos… Y, una vez llegados al hostal, el buen samaritano mostró al que había salvado una solicitud todavía mayor: Cristo mismo estaba en la Iglesia, concediendo toda gracia… Y al jefe del hostal, símbolo de los apóstoles, y pastores y doctores que le han sucedido, les da al marchar, es decir, al subir al cielo, dos monedas de plata para que tengan gran cuidado del enfermo. Podemos entender que estas dos monedas son los dos Testamentos, el Antiguo y el Nuevo, el de la Ley y los profetas, y el que nos ha sido dado con los evangelios y los escritos de los apóstoles. Los dos son del mismo Dios y llevan en sí la única imagen del único Dios de lo alto, igual que las monedas de plata llevan la imagen del rey, e imprimen en nuestros corazones, por medio de sus santas palabras, la misma imagen del rey, puesto que es uno sólo y el mismo Espíritu el que las ha pronunciado… Son las dos monedas de un solo rey, dadas por Cristo al mismo tiempo y con el mismo título al jefe del hostal…
En el último día, los pastores de las santas iglesias dirán al Amo del hostal, a su regreso: “Señor, me diste dos monedas de plata, he aquí que, empleándolas, he ganado otras dos” con las que he engrandecido el rebaño. Y el Señor responderá: “Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante. Pasa al banquete de tu Señor” (Mt 25, 21).
San Gregorio Magno, papa y doctor de la Iglesia
Exposición: Caes de lo alto a nuestra bajeza.
Exposición sobre los 7 salmos penitenciales, PL 79, 581.
«Le vio y se compadeció de él» (Lc 10,33).
Oh, Señor Jesús, ten la bondad de acercarte a mí, movido por la compasión. Bajando de Jerusalén a Jericó , caes desde lo alto hasta nuestros bajos fondos, desde un lugar donde los seres están llenos de vida, a un país de enfermos. Mira: he caído en manos de los ángeles de las tinieblas y no sólo me han quitado el vestido de la gracia, sino que después de haberme molido a palos, me han dejado medio muerto. Cura las llagas de mis pecados, después de haberme dado la esperanza de volver a encontrar la salud; por miedo a que empeoraran llegué a perder la esperanza de curar. ¡Si pudieras ungirme con el óleo de tu perdón y derramar sobre mi el vino de la compunción! ¡Si me cargaras sobre tu misma cabalgadura, entonces «levantarías de la tierra al desvalido», «sacarías al pobre de la basura»!