domingo, 21 de abril de 2019

¿Qué hacemos al pie de la Cruz?

“Yo he meditado muchas veces sobre un pequeño dato de los evangelios que siempre me desconcierta: aquel en el que se cuenta que cuando Cristo murió, los  soldados que le habían crucificado se sortaeron la túnica.
¿Se la sortearon? ¿Con qué? Probablemente con unas tabas, que era el juego de la época. ¿Y qué hacían unas tabas al pie de la cruz?
Es muy simple: los soldados sabían que los reos tardaban en morir. Así que iban prevenidos: llevaban sus juegos para entretenerse mientras duraba la guardia y la agonía de los ajusticiados. Es decir, a la misma hora en que Cristo moría, en el momento en el que giraba la página más decisiva de la historia, había, al pie mismo de ese hecho tremendo, unos hombres jugando a las tabas.
Y lo último que Cristo vio antes de morir fue la estupidez humana: que un grupo de los que estaban siendo redimidos con su sangre se aburrían allí, a medio metro.
De todo lo que los evangelistas cuentan de aquella hora me parece este detalle lo más dramático y también, desgraciadamente, lo más humano de cuanto allí aconteció”.
“Los hombres estaban ciegos. Ciegos de egoísmo voluntario. Y uno no puede pensar sino con tristeza en el día del juicio de aquellos soldados, cuando se les preguntara lo que hicieron aquel  viernes tremendo y tuviesen que confesar que no se enteraron de nada, porque estaban jugando a las tabas”.
“Pero ellos no eran más mediocres que nosotros: todos vivimos jugando a las canicas, encerrados en nuestro pequeño corazoncito, creyendo que no hay más problemas en el mundo que ese terrible dolor de nuestro dedo meñique”. (José Luís Martín Descalzo)

Chemin de Croix (Vía Crucis)

¿Dónde está el Rey?

Está de pie en su trono, con los brazos tendidos al cielo que la Voz de su Padre acaba de abandonar.
Abarca el vacío.



¿Qué hace el Rey?

Saluda al pueblo reunido a sus pies en masa dislocada; unos vocean satisfechos su ira, otros su
desesperación, algunos se mofan y ríen mientras otros sollozan sin entender nada. Con los brazos
extendidos, bendice al pueblo que clama desarticuladamente, asume su discordancia, la eleva a la
altura del silencio boquiabierto de un cielo que le estruja el corazón.



¿Qué des-hace el Rey?

Desliga para siempre los lazos de sangre para que la energía del amor circule en completa libertad.
Entrega su madre al amigo y el amigo a su madre, fraterniza con el compañero de suplicio, un
ladronzuelo de poca monta. No juzga a nadie, ni siquiera a sus verdugos que sudan para darle
muerte y que no saben lo que hacen. Deja que el mundo se desangre...



¿Qué está murmurando el Rey?

Dice que tiene sed, y alguien le da a beber vinagre. Ya hace dos milenios que tratamos de
calmársela con rudezas y acritudes...

Chemin de Croix (Vía Crucis), Sylvie Germain, Ediciones Bayard, páginas 45-46.

Odas de Salomón (texto cristiano hebraico de principio del siglo II) Nº28

De nuevo buscaban prenderle, pero él se les escapó»

Como las alas de las palomas sobre sus pequeños..., así son las alas del Espíritu sobre mi corazón. Mi corazón se alegra y exulta como un niño salta de gozo en las entrañas de su madre. He creído y he encontrado descanso; es fiel aquel en quien he creído. Me ha llenado de bendiciones y mi cabeza se ha girado hacia él. Ninguna lanza me separará de él ni tampoco ninguna espada. Me ha preparado antes que no llegue la pérdida, me he colocado sobre sus alas incorruptibles. La vida inmortal me ha apretado y abrazado, de ella me viene el Espíritu que está en mí: Él no puede morir, porque es la vida. [Habla Cristo:] Los que me han visto se han sorprendido porque yo era perseguido. Me creían anonadado, porque les parecía perdido. Pero la opresión se convirtió en mi salvación. Llegué a ser objeto de menosprecio. No había en mí nada que envidiar; hacía el bien a todos los hombres, y he sido odiado por ellos. Me han cercado como a perros furiosos (Sl 21,17), unos insensatos que van contra sus amos; su inteligencia estaba corrompida, su espíritu pervertido. En cuanto a mí, he retenido las aguas con mi derecha, mi dulzura soportaba su amargura. No perecí, porque no estaba comprometido con ellos, mi nacimiento no tenía nada que ver con el suyo. Buscaron mi muerte y no lo consiguieron; yo era anterior a su memoria. En vano se arrojaron sobre mí los que me perseguían; en vano buscaron suprimir el recuerdo de aquel que existía antes que ellos. El designio del Altísimo, nada lo supera, su corazón es más grande que toda la sabiduría. ¡Aleluya!