SAN GERMAN DE CONSTANTINOPLA NOS PROCLAMA ESTA HOMILIA.
LA ASUNCIÓN: LA MADRE Y EL HIJO, SEPARADOS, SE REENCUENTRAN
Un hijo bienamado desea la presencia de su madre, y la madre, a su vez, aspira a vivir con su hijo. Por eso, era justo que Vos subieseis con vuestro hijo, Vos, cuyo corazón quemaba de amor por Dios, el fruto de vuestras entrañas; era justo también que Dios, en el afecto completamente filial que tenía por su Madre, la llamase cerca de El, para que Ella viviese allí en su intimidad. Así, pues, muerta a las cosas caducas, Vos habéis emigrado hacia los tabernáculos eternos donde Dios tiene su morada, y además, oh Madre de Dios, Vos no abandonaréis ya su dulcísima compañía. Vos habéis sido la casa de carne donde El ha reposado; El os ha atraído hacia sí, libre de toda corrupción; queriendo, si puedo expresarme así, teneros junto a su boca y a su corazón. He aquí por qué todo lo que le pedís para vuestros desdichados hijos, El os lo concede y pone su virtud divina al servicio de vuestras súplicas.
ORACIONES A MARÍA
¿Cómo la muerte habría podido reduciros a polvo y ceniza a Vos, que por la encarnación de vuestro Hijo habéis librado al hombre de la corrupción y de la muerte? Vos habéis abandonado la tierra a fin de confirmar la misteriosa realidad de la encarnación. Viéndoos emigrar de esta estancia pasajera, y sometida a las leyes fijadas por Dios y la naturaleza, uno es conducido a creer que el Dios que Vos habéis dado a luz es hombre perfecto, Hijo verdadero de una Madre verdadera, y poseyó un cuerpo como el nuestro. Vuestro Hijo, también El, ha gustado una muerte semejante para la salvación del género humano. Pero El ha rodeado de la gloria su sepulcro vivíficante y la tumba, receptáculo de vida, de vuestro sueño. Vuestros dos cuerpos han sido amortajados, pero no han conocido la corrupción.
Oh Vos completamente casta, totalmente buena y llena de misericordia, Soberana, consuelo de los cristianos, el más seguro refugio de los pecadores, el más ardiente alivio de los afligidos, no nos dejéis como huérfanos privados de vuestro socorro. Si somos abandonados por Vos, ¿dónde nos refugiaremos? ¿Qué nos sucedería, oh santísima Madre de Dios? Vos sois el espíritu y la vida de los cristianos. Así como la respiración aporta la prueba de que nuestro cuerpo posee todavía su energía viviente, así vuestro santísimo nombre incansablemente pronunciado por la boca de vuestros servidores, en todo tiempo y lugar y de toda manera, es más que la prueba, es la causa de la vida, de la alegría, del socorro para nosotros. Protegednos bajo las alas de vuestra bondad. Sed nuestro socorro por vuestras intervenciones. Concedednos la vida eterna, Vos que sois la esperanza incomparable de los cristianos Pues nosotros somos pobres en las obras y en los modos de actuar de Dios; y al contemplar las riquezas de la misericordia que Vos nos mostráis, podemos decir: «La tierra está llena de la piedad del Señor. Nosotros estábamos alejados de Dios por la multitud de nuestros pecados; pero, gracias a Vos, nosotros hemos buscado a Dios y le hemos encontrado; y por haberle encontrado hemos sido salvados. Poderoso es vuestro socorro para nuestra salvación, Madre de Dios; no se tiene necesidad de otro mediador cerca de Dios.»
¿Quién, después de vuestro Hijo, se interesa como Vos por el género humano? ¿Quién nos defiende sin cesar en nuestras tribulaciones? ¿Quién nos libra tan rápidamente de las tentaciones que nos asaltan? ¿Quién se puede ocupar más en pedir en favor de los pecadores? ¿Quién toma su defensa para excusarlos en los casos desesperados? En virtud de la cercanía y del poder que vuestra maternidad os ha conseguido de Vuestro Hijo, aunque seamos condenados por nuestros crímenes y no osemos ya mirar hacia las alturas del cielo, Vos nos salváis, por vuestras súplicas e intercesiones, de los suplicios eternos. También el afligido se refugia cerca de Vos. El que ha sufrido la injusticia acude a Vos. El que está lleno de males invoca vuestra asistencia. Todo lo que es vuestro, Madre de Dios, es maravilloso, todo es más grande, todo sobrepasa nuestra razón y nuestro poder. También vuestra protección está por encima del pensamiento.
EXPERIENCIA DE LA MATERNIDAD ESPIRITUAL DE MARÍA
Es verdad, esta divina Madre ya no está corporalmente con nosotros; pero no está rota toda relación entre Ella y los exiliados de la tierra. Sí, Virgen Santísima, Vos vivís espiritualmente entre nosotros; y la incesante y gran protección con que nos rodeáis es la prueba de esta comunidad de vida. Todos nosotros seguimos vuestra voz; y todas nuestras voces llegan hasta vuestras oídos Vos nos conocéis para protegernos, y. nosotros, por nuestra parte, os reconocemos en los socorros que nos vienen de vuestra mano. No, la muerte no ha interrumpido las relaciones entre Vos y vuestros servidores. Aquellos de los que Vos habéis sido la salvación, no los habéis abandonado, pues vuestra alma está siempre viva, y vuestra carne no ha sufrido la corrupción del sepulcro. Vos veláis sobre cada uno de nosotros, oh Madre de Dios; nadie escapa a vuestras miradas compasivas. Nuestros ojos, es cierto, están impedidos de veros, oh Virgen Santísima; pero Vos no dejáis de vivir en medio de nosotros, manifestándoos de diferentes formas a los que juzgáis dignos.... y, sin embargo, vuestro Hijo os ha llamado libre de toda corrupción a su eterno descanso.
PENSAMIENTOS DIVERSOS
Lejos de Vos el pecado, oh Theotokos, pues Vos sois una criatura nueva y la Reina de los que, sacados de un barro fangoso, están sometidos a la corrupción.
Yo lo sé, Vos tenéis, en vuestra calidad de Madre del Altísimo, un poder igual a vuestro querer. Por eso mi confianza en Vos no tiene límites.
Nadie ha sido colmado del conocimiento de Dios más que por Vos, oh Santísima; nadie ha sido salvado más que por Vos, oh Madre de Dios; nadie escapa a la servidumbre más que por Vos, que habéis merecido llevar a Dios en vuestras entrañas virginales..., gracias a vuestra autoridad maternal sobre Dios mismo, Vos obtenéis misericordia para los criminales más desesperados. Vos no podéis ser desatendida, pues Dios condesciende en todo y por todo a la voluntad de su verdadera Madre.
No hay nadie, oh Santísima, que se haya salvado si no es por Vos. Nadie, oh Inmaculada, se ha librado del mal si no es por Vos. Nadie, oh Purísima, recibe los dones divinos si no es por Vos. A nadie, oh Soberana, la bondad divina concede sus gracias si no es por Vos.
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