lunes, 25 de mayo de 2015

Oraciones de San Cirilo de Alejandría a la Virgen.

    

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 

Encomio a la Santa Madre de Dios


Dios te salve, María, Madre de Dios,
tesoro veneradísimo de todo el orbe,
antorcha inextinguible, corona de virginidad,
cetro de recta doctrina,
templo indestructible,
habitación de Aquél que es inabarcable,
Virgen y Madre, por quien nos ha sido dado
Aquél que es llamado bendito por excelencia,
y que ha venido en nombre del Padre.

Salve a ti, que en tu santo y
virginal seno has encerrado
al Inmenso e Incomprehensible.

Por quien la Santísima Trinidad es
adorada y glorificada,
y la preciosa Cruz se venera y
festeja en toda la tierra.
Por quien exulta el Cielo,
se alegran los ángeles y
arcángeles, huyen los demonios.
Por quien el tentador fue arrojado del Cielo y
la criatura caída es llevada al Paraíso.
Por quien todos los hombres, aprisionados por el engaño de los
ídolos, llegan al conocimiento de la verdad.
Por quien el santo Bautismo es regalado a los creyentes,
se obtiene el óleo de la alegría, es fundada la Iglesia en todo el mundo,
y las gentes son movidas a penitencia.

¿Y qué más puedo decir?

Por quien el Unigénito Hijo de Dios brilló como Luz
sobre los que yacían en las tinieblas y sombras de la muerte.
Por quien los Profetas preanunciaron las cosas futuras.
Por quien los Apóstoles predicaron la salvación a los gentiles.
Por quien los muertos resucitan y los reyes reinan, por la Santísima Trinidad.

¿Quién de entre los hombres será capaz de alabar como semerece a María, que es digna de toda alabanza? Es Virgen
Madre, ¡oh cosa maravillosa! Este milagro me llena de estupor.

¿Quién ha oído decir que al constructor de un templo se le prohíba habitar en él?
¿Quién podrá ser tachado de ignominia
por el hecho de que tome a su propia Esclava por Madre?
Así, pues, todo el mundo se alegra (...);

También nosotros hemos de adorar y respetar la unión del Verbo con la carne,
temer y dar culto a la Santa Trinidad, celebrar con nuestros
himnos a María, siempre Virgen, templo santo de Dios, y a su
Hijo, el Esposo de la Iglesia, Jesucristo Nuestro Señor.
A Él sea la gloria por los siglos de los siglos.

Amén.






También San Cirilo de Alejandría nos ha dejado esta preciosa oración a Santa María agradeciéndole la eucaristía…




“¡Oh Santísima Señora, Theotokos, luz de mi pobre alma, mi esperanza,

mi protección, mi refugio, mi consuelo, y mi alegría!

Te agradezco por haberme permitido participar

del purísimo cuerpo y de la purísima sangre de tu Hijo.



Ilumina los ojos de mi corazón, O Bendita Virgen

que llevaste la fuente de la inmortalidad.

O tiernísima y amorosa Madre del Dios misericordioso; ten misericordia de mi

y concédeme un corazón arrepentido y contrito con humildad de mente.



Guarda mis pensamientos de que se pierdan en toda clase de distracciones,

y hazme siempre digno, hasta mi último aliento,

de recibir los purísimos misterios de Cristo para la sanación

de mi alma y cuerpo.



Dame lágrimas de arrepentimiento y de agradecimiento

para que yo pueda cantarte

y alabarte todos los días de mi vida,

porque tú eres siempre bendita y alabada. Amén.”



(SAN CIRILO DE ALEJANDRÍA, Oración de agradecimiento a la Virgen María)

Oración a la Virgen de Anfiloquio de iconio.

Virgen





Cantémosla, pues, santamente, disponiéndonos con alegría a celebrar, glorificar y engrandecer estos sacramentos incomprensibles e inefables y, empezando por la salutación celeste del ángel San Gabriel, digamos: Ave gratia plena, Dominus tecum.

Repitamos esta síntesis del ángel, diciendo:

Salve, alegría suspirada de los hombres;

salve, gloria de la Iglesia;

salve, hermoso rostro resplandeciente por divinos fulgores;

salve, venerabilísimo monumento;

salve, saludable y espiritual vellocino de oro;

salve, vestida de luz, madre del Sol sin ocaso;

salve, madre incorrupta de santidad;

salve, resplandeciente fuente de aguas vivas;

salve, sí, nueva madre, prodigio de un nuevo nacimiento;

salve, libro nuevo de Isaías, lleno de nuevas revelaciones;
fieles testigos tuyos son los ángeles y los hombres.

Dios te salve, alabastro de ungüento de santificación;

Dios te salve, oh Virgen, que compraste a buen precio el denario de la virginidad;

salve, imagen que encierras a tu propio artífice;

Dios te salve, Virgen, que con tu humanidad enamoraste a Dios y
estrechaste en tu seno al que los cielos inmensos no pueden contener.


(ANFILOQUIO DE ICONIO, Sermón de Navidad, Huber, 401-402)

La mirada de un sacerdote. Carta de San Francisco de Asis.



A fray N., ministro: El Señor te bendiga (cf. Núm 6,24). 2Acerca del caso de tu alma, te digo, como puedo, que todo aquello que te impide amar al Señor Dios, y quienquiera que sea para ti un impedimento, trátese de frailes o de otros, aun cuando te azotaran, debes tenerlo todo por gracia. 3Y así lo quieras y no otra cosa. 4Y tenlo esto por verdadera obediencia al Señor Dios y mí, porque sé firmemente que ésta es verdadera obediencia. 5Y ama a aquellos que te hacen esto. 6Y no quieras de ellos otra cosa, sino cuanto el Señor te dé. 7Y ámalos en esto; y no quieras que sean mejores cristianos. 8Y que esto sea para ti más que el eremitorio. 9Y en esto quiero conocer si tú amas al Señor y a mí, siervo suyo y tuyo, si hicieras esto, a saber, que no haya hermano alguno en el mundo que haya pecado todo cuanto haya podido pecar, que, después que haya visto tus ojos, no se marche jamás sin tu misericordia, si pide misericordia. 10Y si él no pidiera misericordia, que tú le preguntes si quiere misericordia. 11Y si mil veces pecara después delante de tus ojos, ámalo más que a mí para esto, para que lo atraigas al Señor; y ten siempre misericordia de tales hermanos. 12Y, cuando puedas, haz saber a los guardianes que, por tu parte, estás resuelto a obrar así.

Stella maris, succurre cadenti, surgere qui curat, populo




Alma Redemptoris Mater, quæ pervia cæli
Porta manes, et stella maris, succurre cadenti,
Surgere qui curat, populo: tu quæ genuisti,
Natura mirante, tuum sanctum Genitorem
Virgo prius ac posterius, Gabrielis ab ore
Sumens illud Ave, peccatorum miserere.

  "Al hombre contemporáneo, frecuentemente atormentado entre la angustia y la esperanza, postrado por la sensación de su limitación y asaltado por aspiraciones sin confín, turbado en el ánimo y dividido en el corazón, la mente suspendida por el enigma de la muerte, oprimido por la soledad mientras tiende hacia la comunión, presa de sentimientos de náusea y hastío, la Virgen, contemplada en su vicisitud evangélica y en la realidad ya conseguida en la Ciudad de Dios, ofrece una visión serena y una palabra tranquilizadora: la victoria de la esperanza sobre la angustia, de la comunión sobre la soledad, de la paz sobre la turbación, de la alegría y de la belleza sobre el tedio y la náusea, de las perspectivas eternas sobre las temporales, de la vida sobre la muerte". (57).

                
                                                                              Beato Pablo VI. Marialis Cultus.