martes, 31 de marzo de 2015

Lo que no puede ser negado, puede ser lavado.


EL llanto de San Pedro. El Greco.




San Ambrosio (c. 340-397), obispo de Milán y doctor de la Iglesia
Tratado sobre el evangelio de Lucas, 49-52; 87-89; SC 52 pag 173, 185


“Te aseguro, Pedro, que antes de que el gallo cante, me habrás negado tres veces.”

Hermanos, ¡convirtámonos! ¡Guardémonos de disputas sobre categorías entre nosotros! Si los apóstoles han contestado (cf Lc 22,24), no nos tiene que ser pretexto para nosotros de hacer lo mismo, antes bien es un aviso. Pedro se convirtió, es cierto, el día que respondió a la primera llamada del Maestro, pero ¿quién puede decir que su propia conversión ya se ha realizado? (...)


El Señor nos da ejemplo. Tenemos necesidad de todo; él no necesita de nadie y, sin embargo, se muestra humilde en el servicio de sus discípulos. (...) En cuanto a Pedro, dispuesto en su espíritu, sin duda, pero todavía débil en las disposiciones de su cuerpo (Mt 26,41) le previene Jesús que le negará. La pasión del Señor encuentra sus imitadores pero no igualadores. Así que no reprocho a Pedro de haber negado a Cristo; le felicito por haber llorado. Lo uno es resultado de nuestra condición común; lo otro es señal de virtud, de fuerza interior. (...) Pero, aunque nosotros le excusamos, él no se excusó (...). Prefirió acusarse a si mismo de su pecado que agravarlo con otra negación. Pedro lloró...


Leo que Pedro lloró, no leo que haya dado excusas. Lo que no puede ser negado puede ser lavado. Las lágrimas sirven para lavar aquellas faltas que no osamos confesar de viva voz... Las lágrimas proclaman la falta sin temblor (...). Las lágrimas no piden perdón y, no obstante, lo alcanzan. (...) ¡Buenas lágrimas, las que lavan la culpa! Lloran aquellos a los que Jesús mira. Pedro negó una primera vez y no lloró porque el Señor no lo había mirado. Le negó una segunda vez, no lloró porque el Señor todavía no lo había mirado. Le negó una tercera vez: Jesús le miró y él lloró amargamente. ¡Míranos, Señor Jesús, para que sepamos llorar nuestro pecado!

miércoles, 28 de enero de 2015

San Ambrosio de Milan. Cada día eres mártir de Cristo.




El martirio interior 

Muchos me persiguen y me afligen: pero no me he apartado de tus mandamientos (Sal 118, 157). Los peores perseguidores no son los que se manifiestan como tales, sino aquéllos que no se ven. ¡Y de éstos hay muchos! Pues del mismo modo que un rey perseguidor ordenaba muchos mandatos de acosamiento y los hostigadores se desparramaban por todas las provincias y ciudades, el diablo lanza a muchos de sus ministros, para que persigan a todas las almas, no sólo por fuera sino también por dentro. De estas persecuciones se dijo: todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo, sufrirán persecución (2 Tim 3, 12). El Apóstol escribió todos; no exceptuó ninguno. Pues, ¿quién puede ser exceptuado cuando el mismo Señor toleró las tentativas de persecución? Persigue la avaricia; persigue la ambición; persigue la lujuria; persigue la soberbia y persiguen los placeres de la carne. No olvides que el Apóstol dijo: huid de la fornicación (1 Cor 6, 18). ¿Y de qué huyes, sino de aquello que te persigue?: el mal espíritu de la lujuria, el mal espíritu de la avaricia, el mal espíritu de la soberbia. Los perseguidores temibles son aquéllos que, sin el terror de la espada, destruyen con frecuencia el espíritu del hombre; aquéllos que, más con halagos que con espanto, someten las almas de los fieles. Éstos son los enemigos de los que te debes guardar, éstos son los tiranos más peligrosos, por los que Adán fue vencido. Muchos, coronados en públicas persecuciones, cayeron en estas persecuciones ocultas. Por fuera, dijo el Apóstol, luchas; por dentro, temores (2 Cor 7, 5). Adviertes qué duro es el combate que hay en el interior del hombre, para que se bata consigo mismo y luche contra sus pasiones. El mismo Apóstol vacila, duda, es atenazado y manifiesta que está sujeto a la ley del pecado y reducido por su cuerpo de muerte, y no podría evadirse, si no fuera liberado por la gracia de Cristo Jesús (cfr. Rm 7, 23-25) Y del mismo modo que hay muchas persecuciones, así también hay muchos martirios. Todos los días eres testigo de Cristo. Eres mártir de Cristo si sufriste la tentación del espíritu de lujuria, pero, temeroso del futuro juicio de Cristo, no pensaste en profanar la pureza del alma y del cuerpo. Eres mártir de Cristo si fuiste tentado por el espíritu de la avaricia para apoderarte de los bienes de los inferiores o no respetar los derechos de las viudas indefensas, pero juzgaste que era mejor alcanzar la riqueza por la contemplación de los preceptos divinos, que cometer la injusticia. Cristo quiere estar cerca de tales testigos, según está escrito: aprended a obrar el bien, buscad lo justo, respetad al agraviado, haced justicia al huérfano, y amparad a la viuda: venid y entendámonos (Is 1, 17-18). Eres mártir de Cristo si fuiste tentado por el espíritu de soberbia, pero, viendo al débil y desvalido, te compadeciste con piadoso espíritu, y amaste la humildad más que la arrogancia. Y aún más si diste testimonio no sólo de palabra, sino también con obras. Pues ¿quién es testigo más fiel, que aquél que confiesa que el Señor Jesús se ha encarnado, al tiempo que guarda los preceptos del Evangelio? Porque quien escucha y no pone por obra, niega a Cristo. Aunque lo confiese de palabra, lo niega por las obras. Pues a muchos que dicen: Señor, Señor, ¿acaso en tu nombre no hemos profetizado, arrojado demonios y obrado muchas virtudes? (Mt 7, 22), les dirá en aquel día: apartaos de mí todos los que hayáis obrado la iniquidad (Ibid., 23). Porque es testigo aquél que, haciéndose fiador con sus hechos, confiesa a Cristo Jesús. ¡Cuántos, todos los días, son mártires de Cristo en oculto, y confiesan al Señor Jesús con sus obras! El Apóstol conocía este martirio y testimonio fiel de Cristo, cuando afirmaba: ésta es nuestra gloria: el testimonio de nuestra conciencia (2 Cor 1, 12) (...). Muchos me persiguen, y me afligen. Quizá Cristo dice esto, y lo dice con la voz de cada uno de nosotros: el adversario lo persigue dentro de nosotros. Si pretendes que nadie te persiga, apartas a Cristo, que sufrió tentación para vencerla. Donde el diablo lo ve, allí prepara insidias, allí maquina los ardides de la tentación, allí urde sus engaños, para rechazarlo si pudiera. Pero donde el diablo combate, allí está presente Cristo; donde el diablo asedia, allí Cristo está encerrado y defiende los muros de la fortaleza espiritual. Así pues, el que retrocede ante la llegada del perseguidor, expulsa también al defensor. Por tanto, cuando oigas: muchos me persiguen y me afligen, no temas, que también puedes decir: si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros? (Rm 8, 31). Esto afirma con verdad aquél que, por los testimonios del Señor, se aparta sin rodeos de la senda de los vicios. SAN AMBROSIO, Exposición sobre el Salmo 118, XX, 45-48, 51.

sábado, 15 de noviembre de 2014

San Alberto Magno.

El milagro de San Alberto


Él mismo contaba que de joven le costaban los estudios y por eso una noche dispuso huir del colegio donde estudiaba. Pero al tratar de huir por una escalera colgada de una pared, en la parte de arriba, le pareció ver a Nuestra Señora la Virgen María que le dijo: "Alberto, ¿por qué en vez de huir del colegio, no me rezas a Mí que soy ‘Trono de la Sabiduría?’.

Si me tienes fe y confianza, yo te daré una memoria prodigiosa. Y para que sepas que sí fui yo quien te la concedí, cuando ya te vayas a morir, olvidarás todo lo que sabías". Y así sucedió. Y al final de su vida, un día en un sermón se le olvidó todo lo que sabía, y dijo: "Es señal de que ya me voy a morir, porque así me lo anunció la Virgen Santísima". Y se retiró de sus labores y se dedicó a orar y a prepararse para morir, y a los pocos meses murió.

martes, 11 de noviembre de 2014

“Tibi silentium laus”, dice un salmo (LXIV, 2). “El silencio es Tu alabanza”



Al príncipe de este mundo le ha sido ocultada la virginidad de María, y su
alumbramiento, al igual que la muerte del Señor: tres misterios sonoros, que fueron realizados en el silencio de Dios.

San Ignacio de Antioquía a los Efesios.


                                                       Icono griego del s. XIV

                                 

John the Apostle | The Theologian in Silence


viernes, 7 de noviembre de 2014

Beata Madre Teresa de Calcuta




"Jesús te ama siempre, incluso cuando tu no te sientes digno.

Cuando no eres aceptado por los demás, incluso a veces por sí mismo, Él es el que siempre te acepta. Sólo cree, eres precioso para él.

Trae todo lo que estés sufriendo a sus pies, sólo abre tu corazón para ser amado por Él, tal como eres. Él hará el resto ".

-Beata Madre Teresa de Calcuta.

sábado, 25 de enero de 2014

Beato Charles de Foucauld.



“Silenciosa, secretamente, como Jesús en Nazaret, oscuramente como Él, pasar desconocido sobre la tierra, como un viajero en la noche, pobre, laboriosa y humildemente, haciendo bien como Él… desarmado y mudo ante la injusticia como Él; dejándome, como el Cordero divino, trasquilar e inmolar sin resistir ni hablar; imitando en todo a Jesús en Nazaret y a Jesús sobre la cruz”.

Beato Charles de Foucauld